Contamos cuentos

Miriam Gutiérrez, alumna de Sexto de Primaria, Primer Premio Redacción Puerto de Santa Cruz de Tenerife

Mi querido Puerto de Santa Cruz


¡Hola amigos! Me llamo Andrés. Soy un pez que mora en el magnífico Puerto de Santa
Cruz de Tenreife. ¡Ah, pero no lo conocéis! Pues dejadme que os guíe por este emblemático lugar de nuestra Isla. Empezaremos por uno de los edificios más importantes que podemos observar por aquí y enclavado en la Avenida Anaga. Es la Autoridad Portuaria. Es de gran ayuda, pues controla no solo el Puerto de Santa Cruz de Tenerife, sino también el de Los Cristianos, Santa Cruz de La Palma, San Sebastián de La Gomera y La Estaca.

Si avanzamos unos metros y parece estar encallado en la acera, se erige una embarcación llamada Práctico en el denominado Muelle Norte. Tiene un papel importantísimo en el atraque y desatraque de barcos, pues conoce con todo detalle la profundidad, corrientes, vientos, etcétera. Se acerca al navío cuando va a entrar o salir del muelle y, mediante una escalera de gato, sube hasta el puente de mando y es desde ahí donde comienzan las maniobras.

No podemos pasar por alto la preciosa Estación Marítima de gran utilidad y ayuda para los 
viajeros que se desplazan a nuestra Isla o viceversa. Prácticamente adosada a ella, podemos admirar la bella Farola del Mar, que ha ido "transformándose" a lo largo de muchos años, más de cien, para adaptarse a los nuevos tiempos. Ahora, vigilante, la oigo canturrear por las noches su canción.

¡Buf! ¡Qué calor hace hoy! Voy a refugiarme bajo esa Marquesina. ¡Qué fresquito estoy aquí!

Por si no los sabías, esa Marquesina tiene un pasado espectacular. Antiguamente era el lugar de embarque y desembarque de pasajeros. Y por ella desembarcó, nada más y nada menos, que el Rey Alfonso XIII. Tras ella, en su muro de piedra, podrás apreciar otro vestigio heroico, se trata de un impacto de cañón de cuando Horacio Nelson trató de invadir la Isla.

Bueno, después descansar un ratito me voy a desplazar hacia el Muelle de Contenedores. Se los voy a explicar de una manera algo gráfica. Imagínense la Ciudad de Nueva York. Pues es algo parecido. Cientos de contenedores de distintos tamaños, colores y peso, se amontonan ordenadamente en una explanada, formando calles, y diferentes y diferentes alturas. Colosales grúas se encargan transportarlos y deporsitarlos, bien el suelo, o en barcos encargados para su transporte. Gracias a ellos, la Isla cuenta con todo lo indispensable para nuestra vida cotidiana.

Por cierto, ¿te gusta mucho el mar? ¿Quieres ser marino? Pues atrévete a estudiar para Capitán o Capitana en la Escuela Náutica que pertenece a la Universidad de La Laguna. 

Ahora, me voy a acercar al Pueblo de Valleseco. En su costa, pegado a la playa, aún se conserva el viejo muelle por el se cargaba el carbón de barcos. Todavía conserva los raíles por los que circulaban los vagones cargados de este preciados mineral.

Aproximándose a la Playa de las Teresitas, nos vamos a detener en uno de mis lugares favoritos que es La Dársena. En este lugar, como su nombre propiamente indica, las labores que se realizan están estrechamente vinculadas a la pesca, tanto en su captura como en su venta. Los barcos que apreciamos son de distinto tipo, dependiendo de la pesca que vayan a realizar. Luego el pescado se subasta muy de madrugada, para que llegue fresquito a las pescaderías de la Isla.

En ese mismo lugar, encontramos el Instituto Oceanográfico, que trabaja para la mejora de nuestro medio ambiente marino, así como el estudios de las especies, investigación, etcétera. No podemos pasar por alto el PIF, Puesto de Inspección Fronterizo, en el que analizan todo tipo de mercancías para salvaguardar nuestra salud. Cerca de él, vemos los sitios que se encargan del almacenamiento del grano. 

Además de todo esto, no cabe la menor duda de que todo el litoral rodea el Puerto está marcado por numerosos monumentos históricos. Por ejemplo, la gran cantidad de fortificaciones para la defensa de la ciudad, de invasores y piratas. Entre ellos destacan castillos como el San Cristóbal, Paso Alto, San Pedro, San Juan, San Andrés, etcétera. A mí, personalmente, me encanta ir al Cuartel de Almeyda, pues aprendo y entiendo mucho mejor todo lo referente a la historia de mi Isla. 

Bueno, espero que os haya gustado mi paseo por el Puerto, uno de los lugares más hermosos de nuestra ciudad. Un abrazo para todos.


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Mi "Carta a un militar español"

Carta de José Manuel Mesa Arteaga, Premio a "Carta a un militar español" del Ministerio de Defensa

Las palabras no son suficientes

Por José Manuel Mesa Arteaga, alumno de 4º ESO-B

Estimado Gonzalo,

Hola, mi querido hermano. De momento todo va bien. La familia sigue esperando tu pronta llegada, esa deseada semana de permiso. La lejanía no te lo dejará confirmar, lógicamente, pero nuestra emoción roza la altura del Teide. Ya han pasado tres años desde tu partida. Los correos electrónicos son muchos, pero las palabras no son suficientes para describirte nuestro orgullo por ti. Añoro tu presencia, pero siempre me ha tranquilizado el saber que eres militar, y todo lo grande que esa palabra conlleva. Eres un colaborador convencido, por eso mismo, y porque realiza acciones humanitarias a las que ni los mayores superhéroes podrían aspirar. Vuestro trabajo es peligroso, pero lo hacéis con total entrega, y además con una enorme satisfacción porque nosotros los civiles, los civiles de cualquier parte del mundo, os lo agradecemos, pero lo agradecemos de verdad y con el corazón. Ese agradecimiento es el único gran pago que se os puede dar por acciones y gestos como los que estáis haciendo ahora junto al río Litani.

Seguimos, yo, la familia, y mis compañeros del Colegio, todas las misiones que hacéis. Muchas veces entramos en internet para, a través de Google, poder ver imágenes que hay colgadas en las que vivimos, casi en directo, vuestras heroicidades humanitarias. Esa misión solidaria que estáis llevando a cabo en El Líbano nos tiene cautivados. Aparece en la página web de vuestro escuadrón. La obra de reconstrucción de ese colegio está marchando muy bien. Los niños libaneses, esos que ahora podrán ir al colegio, reflejan en sus caras el amor que os tienen a cada uno de vosotros. Comparar los rostros de pena que lucían tras los ataques, la dura cara de la guerra reflejada en un niño, y cómo ahora sonríen viendo su nuevo colegio, construido por vosotros, también nos hace que nuestro corazón crezca, como crece el de esos niños.

Igualmente, nos entusiasman las clases de español que estás impartiendo para esos pequeños a través del Programa Cervantes. Estoy orgulloso de ti, de tus compañeros, esos militares que llevan la solidaridad de España a través de todos los lugares por los que nuestra nación ha repartido misiones solidarias. Vuestro objetivo está cumplido: Proteger a los inocentes y luchar por ellos.

Finalmente, esta carta te la escribo no solo para reconocerte tu apoyo a todos esos que te necesitan, sino por el simple hecho de que yo me veo también reflejado en ti. Nos estáis dando la mejor lección viva que se puede recibir en un aula, y es la de entregar tu vida para y por los demás. Te digo también que queremos que sepas lo orgullosos que nos sentimos por poder tener un hermano como tú, y nuestros padres un hijo con ese sentido de la vida. Tú eres mi héroe y gracias a ti he encontrado mi verdadera vocación, ser un casco azul, formar parte de las Fuerzas de la Paz de la ONU.


Se despide de ti, contando los días hasta tu regreso, tu hermano. Un fuerte abrazo solidario.
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Cuento mi cuento

Una, no muy convencional, historia de caballeros y princesas


Por Paula Mora, alumna de 1º ESO-B

Érase una vez, en un reino cuyo lugar se desconoce, vivía una princesa, intrépida y aventurera, junto a su padre, el rey, y su madre, la reina.


Tal día como hoy, hace 420 años, se les llamaba a palacio a cada aprendiz para que en la corte real les proclamaran caballeros de la guardia real. Solo escogerían a los tres más serviciales, es decir, que salvaría a la familia real hasta el punto de dejar la vida por el servicio. 

A la princesa, llamada Lillian, le encantaba ir a visitar, junto a su padre, el lugar de estreno donde se celebraba aquel acto. A Lillian le encantaba ir, porque podía imaginar cómo sería salir de palacio, ya que solo salían en actos como coronaciones o eventos donde la familia real estuviera presente. También cómo sería tener una vida normal como cualquier persona habitante de aquel reino, pequeño, dentro de lo que cabía, y poderoso.  
  
Todos aquellos caballeros intentaban acercarse a la princesa, conocida por el pueblo como: “La princesa de cabellera rubia y ojos azules, cristalinos como el mar de Tailandia”. 

Jorge: ¡Hola su majestad!, yo soy Jorge, uno de los elegidos para servirle durante mi vida, sin ninguna duda. Estoy muy orgulloso por ello y quiero confiarle mi amistad y respeto. -se presenta Jorge educadamente hacia la princesa y el rey-. 

La princesa no responde, no quiere saber nada de esos caballeros que solo la quieren para conseguir fama, riquezas…, y cómo no, convertirse en reyes. 

Jorge: Bueno,  ¡hasta luego! –dice, al ver que 10 segundos más tarde de aquello, la princesa Lilian giraba su cabeza  para que se marchara de donde se encontraban los reyes sentados-. 

Otro elegido se acerca para presentarse al rey, de nuevo, con especial afecto hacia la princesa. 

Alberto: Encantado de conoceros, yo soy Alberto. Como supondrás soy también otro elegido, uno de sus nuevos caballeros de la corte real. -Dice Alberto emocionado porque se había alegrado muchísimo cuando le dieron la noticia-. 

Al ver que la princesa se levantaba bruscamente de su asiento, Alberto tomó la decisión de, respetuosa y educadamente, marcharse para no crear una mal ambiente. 

A continuación, la princesa observa cómo los caballeros procedentes de “El Pueblo Vecino”, así es como lo llamaban, regresaban con esclavos procedentes de Marruecos. 
Aquello no era de su gusto y dijo, sin pensárselo dos veces:

Lilian: ¡Parad ya! ¿Que se os pasa por la cabeza? ¡Son personas como nosotros! ¿A qué os meto a todos en las mazmorras? ¡Soltadles ahora mismo!  ¿Es que no tenéis corazón? 

El jefe declaró ,con voz muy grave: 

Jefe: Escuchad las órdenes de la princesa Lilian, soltadles. 

El esclavo más joven era un niño, de seis años de edad, de piel oscura y ojos castaños. Llevaba unos harapos para vestir, una vestimenta que hacía creer que el niño estaba siendo maltratado. Cuando la princesa observó cómo unas gotas estaban deslizándose por su pequeña mejilla sonrosada, se acercó para limpiarlas y él le respondió con un abrazo como muestra de cariño. Habían estado caminando durante varios días por bosques, praderas y caminos, se les notaba en sus rostros. Nada más le hacía sentirse peor que ver aquello. 

Esclavo menor: Gracias su majestad, me habéis liberado de una muerte segura. Haré lo que desee. Estoy a vuestro servicio porque me prometí que si salía de esta, haría cualquier cosa. -Decía el niño agradeciendo todo aquello-.

Lilian: No es nada, algún día el planeta verá lo que estamos sufriendo y espero que no sea demasiado tarde. -Dice respondiendo al esclavo-. 

Pasaron varias semanas y nadie había vuelto a realizar tal hazaña que consideraban tan surrealista. A partir de aquel día, tan parecido a otro cualquiera, el mundo empezó a pensar sobre aquellas sabias palabras, tal que no ha vuelto a ocurrir hasta hoy, donde seguimos aquí y ahora. 

Con un pequeño gesto podemos lograr muchas cosas maravillosas, solo hace falta creer en uno mismo. 


Fin

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Cuento mi cuento

Mellow y Bea felices

Por Nerea Galán, alumna de 1º ESO-B

En los tiempos remotos, había un Caballero que tenía pero que muy, pero que bastante cansado y amargado al Esclavo. No paraba de darle órdenes, haz esto haz lo otro, y
gritarle para que hiciera las cosas, sin descansar.

La princesa del reino, pueblillo donde ellos vivían, cada vez que veía eso, se echaba a llorar, porque ella también sufría, aunque fuera un esclavo, no se le puede tratar así, de esa manera, porque al fin y al cabo es un ser humano como nosotros.

El problema que había es que el caballero lo quería echar del reino, porque como no hacia sus trabajos, pues lo quería echar. La princesa al oír eso, fue directamente a hablar con él, para decirle que él no se podía ir, porque la princesa sentía algo por el esclavo.

Un dia el esclavo llamado Mellow, se intentó escapar, pero lo que no quería era dejar de ver a la princesa Beatriz.

El hablo con ella y le dijo:
-Me quiero ir de aquí, pero no quiero dejar de verte, mi princesita.
-Yo tampoco quiero dejar de verte. Le respondió ella.

A la mañana siguiente, fueron a contárselo al caballero de pelo largo y castaño, con ojos azules claros, fuerte como un roble y moreno.

Las palabras del caballero fueron:
-En mi reino, no se permiten parejas, y menos la princesa con un esclavo. Si van a estar juntos se largan de aquí, que no los quiero ver juntos, en la vida los querré ver juntos.
Era la única manera de que ellos estuvieran juntos, es decir, que empezaron a despedirse de la gente, y a recoger sus cosas.

A los tres meses se mudaron a un reino en el que estuvieron felices durante lo que les quedaba de vida. Ya mudados, totalmente, había llegado el verano cuando de repente, de un brinco, decidieron ir a la piscina, a refrescarse.

De camino, a Bea le entró un dolor en la barriga insoportable. Intentaron llegar a un lugar donde refugiarse lo antes posible, cuando de pronto los planes iban a cambiar un poco, porque estaba esperando unos bebes, tres mellizos; Monica, Diego y Patricia. LLamaron corriendo a los padres de Mellow, y comenzaron a buscar vuelos para venirse a la Isla más bonita y preciada del mundo, la Isla de TENERIFE.

Al vivir en un lugar tan lejos , tardaron tres meses en llegar, por lo cual los tres nenes ya habían cumplido dos meses cuando conocieron a sus abuelos.




VIVIERON FELICES, LA FAMILIA NUMEROSA.


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Cuento mi cuento

Un reino sin rey

Por Michelle Muñoz García, alumna de 1ºESO-B

Érase una vez hace mucho tiempo, vivía una princesa llamada Enma, esta era de pelo marrón, como el chocolate, sus ojos azules como el mar y vestía con un vestido hecho a mano por sus doncellas. Tenía que dirigirse a las afueras del castillo para saber lo que paso con su familia. Lo ultimo que sabía era que habían ido a una casita en la orilla.


-Emma: Caballero tiene que acompañarme a las afueras.
Se presenta el Caballero. Este era alto, moreno, sus ojos verdes como las hojas, y vestía con armaduras relucientes.


-Caballero:¿Por qué debo acompañarla a las afueras?
-Emma: En la playa hay una casita y dentro tiene que haber algo que pueda ayudarme a saber que le paso a mis padres y a mi hermana.
-Caballero: Está bien, saldremos al amanecer.

Se presenta el esclavo. Este era de pelo negro como la noche, sus ojos marrones y vestía con un trapo rojo y agujereado.

-Esclavo: Hola, no pude evitar oír que se dirigen a las afueras a una casita.
-Emma: Sí, nos dirigimos a la casa en la que estuvieron por última vez mis padres. ¿Sabe algo de ella?
-Esclavo: Sí, de hecho yo fui el último que estuvo con su padre.
-Caballero:¿Hay algo en esa casa que pueda ayudarnos a  saber si están vivos?
-Esclavo: Sí, el espejo de su madre tiene un poder y le dirá si están vivos.
-Emma: Mañana iremos.

Al día siguiente  se levantaron temprano, y se dirigieron por un camino que daba hasta la playa.

-Emma: Debe de ser esta, entremos.
-Caballero: Y este debe de ser el bolso de su madre.
-Emma: Sí, aquí está el espejo.

Cuando Emma pronunció el nombre de su padre tendría que aparecer.

-Caballero: Mira, ahí están sus padres y su hermana.
-Emma: Sí, pero dónde están.
-Caballero: Se parece al castillo de su tío. 
-Emma: Sí, es verdad yo he ido. Tenemos que enviarles una carta para que regresen.

Emma le escribió una carta a su padre y le llegó la respuesta de su padre a los tres días
en la que ponía:

Hola,
Hija te he escrito hace tres meses, no has leído mis cartas, no podemos ir en  el barco de tu tío, está roto y tardará dos meses en arreglarse.

                                                                                                                    Un Saludo el Rey

-Emma: Mi padre me ha escrito una carta. No puede venir el barco en el que iban a regresar, esta roto y  no pueden venir. Tenemos que hacer algo.
-Caballero: El esclavo me dijo que hay un barco de mercancías, regresa hoy del pueblo de su tío, estará en el muelle en dos días.
-Emma:¿Sabes navegar?
-Caballero: Me temo que no, pero el esclavo sí, le diré que vaya hasta el barco en el muelle.

Cuando paso un rato se subieron al barco y fueron hasta el pueblo de su tío, y ya habían llegado. Se alegró de verles y los trajo de vuelta a casa. Ya estaban juntos y la princesa no se sintió nunca más sola.


FIN

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Nuestro relato

Mi maleta


Por los alumnos de 1ºB-ESO

Me llamo Hassam, tengo seis años y soy un niño libio. Llegué a Tenerife hace cinco años. Casi recién nacido. Mi maleta era casi yo mismo. Mis padres para que la policía no me detuviera, me trajeron a Canarias dentro de una maleta. Hoy voy a un cole en Arona y soy feliz, pero me gustaría saber cómo es mi tierra en Libia.

Mi felicidad la empecé en mi maleta, y ahora gracias a muchas personas cada día aprendo cosas nuevas, aquí, en Tenerife. No pensé que las cosas me iban a ir tan bien. Es cierto, soy muy feliz aquí, pero mi pasado no fue tan bueno, lo pasé muy mal. Según me cuentan había muchas guerras y mi familia sufrió mucho, se nos maltrató, a mí y a mi familia. Por suerte, he llegado a una tierra muy tranquila, no como la mía, de donde es mi familia, donde siempre hay mucha guerra. Ojalá que se acaben en ese parte del mundo, la que nadie ve, en la que no se sabe vivir en paz. Allí, en Libia, o en Siria, en esos países, cada día pierdes a un familiar, a un amigo.

Ahora, estoy aquí, en Tenerife y lo repito, soy feliz, porque al fin sé lo que es vivir en paz. Me gustaría que esta paz llegara a todos los pueblos. Espero que esto alguna vez sea verdad. Imagino que todos los que me leen también desean lo mismo.


NOTA: Esto es un relato corto, creado por unos alumnos de Primero de Secundaria, que han traído su idea desde una fotografía de contraportada que salió recientemente en Diario de Avisos. Lógicamente los hechos son ficticios y ellos han elaborado este relato final a través de pequeñas aportaciones que han ido haciendo por grupos.

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Un cuento

Moisés


Por Ulises Martín Melián, 
alumno de 1ºA-ESO


Esta es la historia de una frondosa selva en las lejanas tierras de Perú, al oeste de Sudamérica. En sus profundidades se halla “la Comunidad Incaica”, formada por todas las especies que allí habitan. En nuestro escenario se vive una de las mayores historias de superación jamás contadas.

Gustavo el papagayo y Noa la boa son los presidentes de esta comunidad. La encargada de organizar la reserva es Eva la tarántula, que esta vez tenía algo muy importante que contar: ¡La comida se estaba acabando!

Reunieron a todos y cada uno de los animales, desde Beatriz la lombriz y su familia hasta los hermanos Lara y Omar Jaguar. Gustavo comenzó con voz firme:

-“Esto es importante; nos han comunicado que nuestras provisiones se agotarán antes de lo previsto, necesitamos que alguien compruebe el porqué de la pérdida y que encuentre la solución; ¿Algún candidato?”

Una mano firme se alzó entre los asustados y nerviosos animales que se echaban las manos a la cabeza, discutían y gritaban. Era la de Moisés, el chimpancé más atrevido de la selva. Siempre le han gustado las aventuras, o mejor dicho, le encantan. Pero siempre había tenido que vivir escondido, sin poder expresar lo que sentía, ya que era el más pequeño de cuatro hermanos y sus padres le veían como si fuera invisible; era la hora de salir a la luz y demostrar lo que era capaz de hacer.

-¿A dónde hay que ir? -dijo decidido y sin pensarlo.

-No lo sabemos, deberás emprender a las afueras -respondió Noa, dándole esperanzas.

-Es muy peligroso- replicó Eva.

-Me atreveré.

Se sentía más seguro que nunca.

-¡Estás loco! -exclamaron los capuchinos.

-¡Morirá! -añadían los hipopótamos.

-¿Deberíamos comérnoslo? -cuchicheaban las anacondas al fondo.

Moisés los ignoró.

El chimpancé fue sin apenas provisiones, empezó a tener miedo, pero el valor repetía en su cabeza: “Hazlo por ti, hazlo por tus sueños...”.

Llegó a un descampado, donde a lo lejos vio algo peculiar: eran casetas de campaña; decidió investigar. Se acercó con cuidado para no ser visto por aquellas personas. Había encontrado el problema, durmió cerca de un río que encontró. Al día siguiente, apareció muy ilusionado entre la maleza y las hojas de las palmeras.

-¡He encontrado el problema! Fuera hay un campamento militar, y están cogiendo todos nuestros frutos.

-¿A sí, y qué hacemos? -exclamaron las vagas tortugas.

-Muy fácil, solo necesitamos una tropa para recolectar los frutos cada día, a primera hora.

A todos les gustó la idea, y decidieron nombrar a Moisés capitán de la tropa. Su ejército estaba formado por todos los primates, los gorilas, los capuchinos -que aceptaron a regañadientes-, los monos araña, los monos aulladores y los chimpancés, claro. Había cumplido su sueño

Todos vivieron en comunidad gracias a Moisés, que consiguió lo que se propuso sin que nadie le ayudara.

Ah, y en su familia, él toma las decisiones que hacen dudar al resto, y de momento van muy, pero que muy bien.

¿Qué nos ha enseñado? Nos ha enseñado que rendirse jamás es una opción. 
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¡Qué cuentos!

La bruja Doña Paz

Por Noelia Canino Alonso, alumna de 6º de Primaria (Picado y maquetado por Raúl Franquiz, alumno de 4ºC-ESO)

Doña Paz había nacido bruja pero ella no tenía la culpa. Doña Paz había nacido en un campanario tenebroso lleno de murciélagos. De niña le enseñaron a volar en una escoba pequeña, y su mamá, que era una famosa bruja, llamada doña Quica, le dijo que nunca debía salir del campanario antes de las doce de la noche. Doña Paz tenía el pelo largo de color negro oscuro con mechas de color ceniza. Sus cejas, negras tal que su pelo, eran pobladas pero finas. Sus ojos eran grandes y expresivos, rojos como el fuego. Sus pestañas eran voluminosas y también negras. Los labios de doña Paz eran de color carmín, pero ella siempre se los pintaba de negro. Es su color preferido. Solía vestir un traje negro holgado. Tenía un murciélago blanco en el pecho. Le gustaba llevar sandalias también negras. A doña Paz le gusta llevar un collar de perlas y pendientes a juego. Su madre, doña Quica, no se le parecía en nada. Su pelo era de color violeta tal que las uvas, con mechas verdes como las pociones que prepara. Sus cejas son negras y gruesas, sus ojos rojos y sus labios de color negro. Todo el mundo piensa que doña Paz tiene diecisiete años y doña Quica treinta y ocho. Pero todos están muy equivocados. Dejadme que os lo explique: Cuando un murciélago que ha pasado cien días en el campanario de esa ciudad te muerde a las doce de la noche, te conviertes en bruja, y tienes esa edad durante toda tu vida, que es para siempre, pues las brujas son inmortales. Pues que no os extrañe que en realidad doña Quica tiene mil setecientos sesenta y siete años. Ambas conocen a todos los habitantes de ese pueblo, llamado Villa Tenebrosa. Todo el mundo era feliz de día, pero de noche los murciélagos salían a atormentar a los niños y cada cien días, una nueva bruja se unía a su pandilla. Las brujas hacían el mismo trabajo que los murciélagos, y de día, preparaban pócimas para usarlas por la noche. Las pócimas, sonrientes, hacían su labor, querían que el pueblo se derrumbase, y que en Villa Tenebrosa reinasen las brujas y murciélagos. Ya eran tantas las brujas, que algunas decidieron crear su propia pandilla. Pero estas brujas no salían de noche a aterrorizar a los ciudadanos, salían de día a ayudar a quien las necesitase y a regalarle caramelos a los niños. Sobre estas brujas había una leyenda: les mordió un murciélago al que algún ser humano había alguna vez salvado. Doña Paz quería unirse a ellas, pues no era como las de su pandilla. El caso de doña Paz solo se ve una vez en la vida. A su madre, doña Quica, le mordió un murciélago del campanario cuando estaba embarazada. Y a doña Paz, le mordió uno al que había salvado un humano cuando tenía diecisiete años. Por eso le salen mal las pócimas para aterrorizar de noche. Y las demás brujas siempre excluían. A doña Paz siempre le hubiera gustado ser una bruja buena. Así que un día decidió ir a hablar con ellas. Se encerró en su habitación del campanario, y se puso a mirar por la ventana. A las doce en punto, las campanas le dieron permiso para salir. Pero, cuando iba hacia el campanario de la otra pandilla…

- ¡Eh , doña Paz! - dijo doña Lara. -¿ A dónde te crees que vas?

Doña Paz no se atrevió a decirle la verdad, así que improviso una excusa.

-Voy a aterrorizarles, ¿Qué creías?

-Ah… bueno… allá tú -dijo doña Lara, justo antes de irse.

Doña Paz tocó repetidamente las ventanas de madera maciza del precioso campanario blanco.

-¿Qué? -dijo una voz desde el interior. Es de noche -bostezó-. Por favor, vuelve mañana a las diez de la noche.

-Pero… ¡No puedo salir antes de las doce de la noche!

-Entonces me temo que no podremos hacer nada - dijo la voz -. A estas horas no suele venir nadie. Solamente atendemos las necesidades de los ciudadanos de día. De noche dormimos y elaboramos pócimas.

- Pero yo sólo necesito hablar con vosotras.

-Por favor, venga mañana.

Doña Paz elaboró un plan para poder ir antes de las doce de la noche. Supo que si regresaba al campanario no le dejarían ir. Así que pasó la noche en las afueras del campanario blanco, y a las nueve de la mañana del día siguiente, entró.

Todas las brujas le dieron los buenos días, un té con pastas y le acercaron una silla para que se sentase. Una bruja alta, rubia, de pelo liso, tez pálida y ojos azules le dijo:

-¡Hola, soy Silvia! Estas son mis compañeras. Abby y Lucy. Abby era alta, morena, de pelo afro y ojos negros. Lucy sin embargo era baja, pelirroja, de pelo corto ondulado y ojos verdes. Las tres iban vestidas de blanco.

- ¡Cuéntanos! - dijo Abby.

- Bueno, pues resulta que yo también soy bruja - las tres asintieron - y, es que todos los conjuros me salen mal, y todas las brujas me excluyen. He tomado una decisión y me gustaría pertenecer a vuestra pandilla.

-¡Perfecto! - dijo Lucy. - Hasta que podamos transformarte, toma esto. ¡Silvia, Abby! Traedme el atuendo.

Silvia se fue un momento y volvió con una camiseta blanca a cuadros grises, unos vaqueros blancos, unos tenis rojos y una coleta para que se recogiese el pelo. Ahora doña Paz ya no parecía la misma persona. 

- ¡Bien! - dijo Abby - Ahora vamos a probar con los conjuros.

-Vale. ¿Cuál es el primero? - preguntó ansiosa.

-El de la sonrisa. Pasa por aquí…

Abby le enseñó cómo hacer el conjuro y ¡lo hizo perfectamente!

Ya estás lista - dijo Silvia - solo te falta la transformación.

Las cuatro se metieron en una habitación, hicieron un círculo con velas alrededor de doña Paz. Las encendieron. Apagaron la luz. Silvia, Lucy y Abby se cogieron de la mano, cerraron los ojos y recitaron muchos conjuros. Doña Paz levitó en el aire y de ella salió un murciélago. Volvió al suelo. Las velas se apagaron y Lucy volvió a encender la luz. Lucy, Abby y Silvia se quedaron boquiabiertas, pues era la bruja más pura de la sala. Al eliminar al murciélago del campanario, se volvió bruja buena. Era la única a la que habían transformado. A partir de ahora no se llamaría doña Paz, sino Paz. Se miró en un espejo. 

-¡Hala! ¡Estoy cambiadísima! -no salía de su asombro- ¡Me encanta!

Paz tenía el pelo color berenjena, los ojos marrones. Llevaba un gorro blanco, un vestido blanco sin mangas y unas sandalias plateadas.

-Debo marcharme ya que aún es de día -dijo Paz-. Debo hablar con doña Quica.

-Bien, pero vuelve antes de las diez -dijo Abby-.

-Pero… ¡Espera un momento! - dijo Silvia - ¿A dónde pretendes ir con esa escoba vieja?

-Ten. -Lucy le dio un collar -cada vez que quieras volar, apriétalo con fuerza y patinarás sobre las nubes. ¡Buen viaje!

Paz saltó por la ventana apretando con fuerza su collar. 

Empezó a volar hasta llegar al campanario. Se lo contó todo a doña Quica y para su sorpresa: ¡No se enfadó! Tan solo le dijo que hiciera lo que le hiciese feliz.

Pues de ahora en adelante, la pandilla respetaba y quería a Paz, y doña Quica también fue transformada. Cada vez eran más las brujas buenas que hacían de Villa Tenebrosa un lugar mejor. El nombre de la ciudad fue cambiado al de Villa Agradable, y los dos campanarios se convirtieron en un castillo de cristal. Los humanos siempre salvaban a los murciélagos para que no hubiese murciélagos del campanario, y todos fueron felices para siempre.

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